viernes, 9 de noviembre de 2012

La niña pudo bien llamarse Milagro

Lograr un alumbramiento feliz, es un anhelo que en mi país, puede hacer realidad cualquier mujer dotada biológicamente para concebir.

La anterior afirmación la corroboran los resultados que exhibe Cuba en el programa de cuidado integral a la embarazada, desde la propia atención primaria de salud; la accesibilidad a beneficios tan indispensables como una adecuada alimentación, seguimiento estricto del desarrollo gestacional hasta el momento del parto y posterior a este. 

Esa vigilancia lleva implícita, además,  la garantía de medicamentos y suplementos vitaminosos en beneficio de la formación adecuada del bebé, entre otras protecciones.

Mas, ninguna de estas atenciones prevalecen o superan la entrega incondicional de profesionales que en total anonimato conquistan verdaderas proezas; claro siempre contando con la complicidad de quien a toda costa se aferra a vivir  la hermosa y ardua experiencia de una  maternidad y paternidad consciente. Pero para comprender lo que digo, nada mejor que tomar como referencia una historia real.





Esta muchacha y su bebita, son las protagonistas esenciales de una historia que merece ser contada porque no todas las que se le parecen han logrado un desenlace feliz.

Yahíma García Cala tiene 33 años de edad.   Hace casi un año atrás añoraba conocer los desafíos de la maternidad con urgencia, pues había perdido un embarazo de seis meses, en el 2009. El diagnóstico médico fue Protrusión de bolsas.

Comenzó entonces un estudio de seguimiento sin resultados preocupantes y al cabo de los dos años quedó otra vez embarazada.  Desde el inicio  fue bien complicado, por lo que a las siete semanas inició tratamiento en la consulta de patologías asociadas al embarazo que atiende el Dr. Alberto González Martínez.

A las 15 semanas el médico decide hacer un cerclaje para evitar un aborto, pero después del ultrasonido tras-vaginal le fue detectada la protrusión  de bolsas y el facultativo determinó ingreso y reposo absoluto, para lo que habló con la paciente, quien consintió la inmovilidad, y desde las 15 semanas hasta las 37 estuvo ingresada en la sala MG-2 del Hospital Abel Santamaría.  Allí continuó el tratamiento indicado por los doctores Alberto y Alexis Pérez Chirino, especialistas que la animaron y la siguieron hasta el parto. 

Para Yaíma y su esposo Yohandy Perdomo Santo, los días eran angustiosos y las noches interminables.  De igual manera lo fueron la Magda, la mamá de la gestante, para sus abuelitos Josefa y Matías y para el resto de la familia.

La incertidumbre fue una constante. Los Ultrasonidos (USG) confirmaban el diagnóstico: cuello corto, orificios interno y externo abiertos (13 milímetros) y bolsas expuestas en el cuello del útero.  Las semanas transcurrían en un reposo casi intolerable, pero el inexplicable amor por el ser que estaba creciendo en su vientre, renovaba las fuerzas y la voluntad.

Por la inactividad prolongada se le atrofiaron los músculos de la piernas, por lo que Yahíma tuvo necesidad de rehabilitarse para volver a caminar.

Para los futuros padres nunca fue perturbación encontrar un nombre apropiado para la criatura, que de antemano sabían sería niña.  Tampoco faltaron las propuestas para tan esperado “Milagro”; pero la decisión fue categórica.

Así, el 25 de enero de 2012, a las dos y 40 de la tarde nació,  para orgullo y felicidad de toda la familia, María Fernanda.

María Fernanda, la princesa de la familia