lunes, 16 de enero de 2017

Bailando en cuba

  
Bailando en cuba, es un nuevo programa de la televisión cubana, que en su debut, generó opiniones diversas; unas favorables, otras no tanto, aun cuando nadie duda de la valía de la propuesta.

Si bien es cierto que, desde un inicio, se explicó que las parejas iban a estar conformadas por un bailarín profesional y otro no, lo que menos imaginó el espectador fue, que iban a danzar para defender una coreografía.


Y no es que rechacemos este tipo de espectáculo -para nada- la mayoría de los cubano tenemos probada cultura para apreciar todo tipo de entretenimiento, solo que las expectativas eran otras.


A juicio de muchos, lo que siempre ideamos fue un programa similar al gustado y siempre recordado Para Bailar, donde alcanzaron gran notoriedad los excelentes bailadores conocidos como los Hermanos Santos.


Conscientes somos, que no todos tenemos que coincidir en los criterios; sin embargo es algo valioso a tener en cuenta, pues cada  opinión es sugerente y aporta. No hay que ser un crítico experto para saber que un programa gana máxima popularidad cuando satisface las expectativas.


También es cierto que un solo programa es insuficiente para dar criterios que pudieran incidir en una evaluación justa, pero, el estreno de algo esperado lo mismo puede seducir, atraer, o enamorar; que excluir, desechar y abandonar.


Ahora bien, qué decir del jurado integrado por tres jueces de lujo, maestros de la danza, como son la coreógrafa española, Susana Pous; el director artístico del cabaret Tropicana, Santiago Alfonso; y  Lizt Alfonzo, directora de su propia academia de baile. Ellos tienen la responsabilidad de señalar lo bueno y lo malo que hagan los bailadores….pero, siempre lo harán, realzando los elementos coreográficos más que todo.


En realidad Bailando en Cuba no es el programa que esperábamos. Esta nueva propuesta de RTV Comercial  pudiera rescatar jóvenes talentos para la danza o para espectáculos de cabaret, pero lejos está del propósito de rescatar y promocionar los bailes populares cubanos, esos que disfrutamos bailando en cualquier lugar donde suenen los tambores.

jueves, 12 de enero de 2017

Somos el modelo en el que se fijan nuestros hijos

Afirma un refrán que “el niño hace más lo que ve hacer, que lo que le dicen que haga”, y no cabe la menor duda.
Aprender es algo que hacemos desde que llegamos a este mundo y ese aprendizaje comienza con la observación. Los primeros años de vida son esenciales en la formación de conductas nuevas, y la primera técnica para aprender es, simplemente, observar.

Por tanto, los padres somos el modelo en el que se fijan nuestros hijos y por el cual pueden desarrollar hábitos y conductas, adecuadas y saludables. Somos, por decirlo de alguna manera, su marco de referencia, aprenden nuestras mismas conductas, las adquieren y las repetirán en el futuro.

De ahí la importancia de ser consecuentes con nuestra manera de actuar, con el estilo de comportamiento - incluso delante de los más pequeños- porque el patrón de conductas que seguirán en sus próximos años dependen, en gran parte, de la primera etapa de la vida. Y esto sirve tanto para las conductas positivas como para las negativas.

Si ellos ven que sus padres critican a cualquier persona por algún defecto, aprenderán que lo correcto es criticar a los demás; si ven que sus padres ayudan a la vecina a llevar la compra, entonces asimilarán que lo correcto es ayudar al que lo necesita; si ven que sus padres se hablan a gritos e insultos, aprenderá que lo correcto es ese estilo de comunicación; si ven que conversan y llegan al entendimiento, entonces sabrán que existe el modo de ser receptivos y tolerantes.
Somos el modelo y en eso debemos pensar antes de cuestionarnos, si existe o no, crisis de valores en la sociedad.

Cuando nuestros hijos van creciendo, no podemos hacerles creer que siempre tienen la razón; es un error discutir o aclarar situaciones delante de ellos, restando importancia o valor al hecho en sí.  Nosotros, como padres estamos en la obligación de corregirlos cuando han obrado mal, lo mismo en la escuela, que en el barrio, o en la propia casa.

Sin embargo, hasta para llamarles la atención tenemos que ser cuidadosos, esa es la manera de educarlos en el respeto hacia ellos mismos y hacia los demás. No olvidemos que… “el niño hace más lo que ve hacer, que lo que le dicen que haga”.