Afirma un refrán que “el niño hace más lo que ve hacer, que lo que le dicen que haga”, y no cabe la menor duda.
Aprender es algo que hacemos desde que llegamos a este mundo y ese aprendizaje comienza con la observación. Los primeros años de vida son esenciales en la formación de conductas nuevas, y la primera técnica para aprender es, simplemente, observar.
Por tanto, los padres somos el modelo en el que se fijan nuestros hijos y por el cual pueden desarrollar hábitos y conductas, adecuadas y saludables. Somos, por decirlo de alguna manera, su marco de referencia, aprenden nuestras mismas conductas, las adquieren y las repetirán en el futuro.
De ahí la importancia de ser consecuentes con nuestra manera de actuar, con el estilo de comportamiento - incluso delante de los más pequeños- porque el patrón de conductas que seguirán en sus próximos años dependen, en gran parte, de la primera etapa de la vida. Y esto sirve tanto para las conductas positivas como para las negativas.
Si ellos ven que sus padres critican a cualquier persona por algún defecto, aprenderán que lo correcto es criticar a los demás; si ven que sus padres ayudan a la vecina a llevar la compra, entonces asimilarán que lo correcto es ayudar al que lo necesita; si ven que sus padres se hablan a gritos e insultos, aprenderá que lo correcto es ese estilo de comunicación; si ven que conversan y llegan al entendimiento, entonces sabrán que existe el modo de ser receptivos y tolerantes.
Somos el modelo y en eso debemos pensar antes de cuestionarnos, si existe o no, crisis de valores en la sociedad.
Cuando nuestros hijos van creciendo, no podemos hacerles creer que siempre tienen la razón; es un error discutir o aclarar situaciones delante de ellos, restando importancia o valor al hecho en sí. Nosotros, como padres estamos en la obligación de corregirlos cuando han obrado mal, lo mismo en la escuela, que en el barrio, o en la propia casa.
Sin embargo, hasta para llamarles la atención tenemos que ser cuidadosos, esa es la manera de educarlos en el respeto hacia ellos mismos y hacia los demás. No olvidemos que… “el niño hace más lo que ve hacer, que lo que le dicen que haga”.
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