martes, 30 de julio de 2019

Los injustos límites que impone un Tatoo


Cuando Yosmany Cruz marcó su piel, por vez primera con un tatuaje, lo hizo para llevar siempre consigo el nombre de su amor más grande, el de su madre, fallecida cuando aún era un niño.

Lo que nunca pensó fue, que en pleno siglo 21, cuando el grabado sobre la piel es considerado Arte, esté obligado a sentirse discriminado.

A este muchacho de apenas 27 años, le llama la atención que en nuestro país, donde la inclusión social es una prioridad, por el sentido humanista que la distingue, le priven del derecho al trabajo.


La frustración lo atrapó por unos segundo y es de entender, porque qué joven que sea rechazado de esa manera, por algo tan simple, no siente desmoronarse todos sus buenos propósitos e  ilusiones.


No es justo que quienes sienten el  deber de aportar en beneficio social, sean estigmatizados, en estos tiempos, en los que algunos prefieren hacer dinero fácil, lucrando a costa del sacrificio de otros.

Es inconcebible que existan empleadores que no le brinden la oportunidad de una entrevista de trabajo justa, a aquellos que por libre y espontánea voluntad  sientan el deseo de lucir un tatuaje.

Puede que esas marcas no dignifiquen a las personas, pero hay que entender que tampoco las relega a un plano inferior.

Los más reacios a esta expresión de arte, -al menos en Pinar del Río- son las administraciones de entidades como CIMEX y TRD, cuyos trabajadores son considerados civiles de las FAR.

Y aunque este detalle se inscriba -aún-  en el espíritu de determinadas Leyes, vale destacar que a veces lo legal se aleja de lo justo y razonable.


¿Quién dijo que un tatuaje define aptitud, capacidad o valores morales? Solo mentes arcaicas pueden pensar de manera tan superficial.


Son innumerables las personas honestas, que día a día, en múltiples esferas, aportan en beneficio de la sociedad y muestran a la vista de todos y con mucha dignidad, sus tatuajes.

Hoy nos es urgente recapacitar de forma sensata, que el futuro está en manos de los jóvenes y un buen número de ellos llevan marcas en su piel en las que no ven rasgos de indecencia, ni de inmoralidad.

Ellos, como buenos hijos de su tiempo, lo asumen como una muestra de belleza y arte en sus cuerpos.