Afirman los románticos que la música es un alimento para
el alma y no carecen de razón.
A la inmensa mayoría nos provoca bienestar, placer y hay
quien la aprovecha para enamorar. Por supuesto, no hay nada mejor para un día
de fiesta.
Pero, también es cierto que resulta saludable con un
volumen en su justa medida; de lo contrario resulta nociva.
Investigaciones científicas certifican que cuando
escuchamos música a elevados decibeles, no podemos percibir siquiera, los
propios pensamientos.
Muchos padres sienten preocupación porque sus hijos, no
solo la escuchan demasiado alta, sino que andan todo el día con audífonos a
tope, lo mismo que en casa, que en plena calle.
Claro, este serio problema no es exclusivo de los
adolescentes; otros no tan jóvenes igualmente lo hacen.
Hoy muy a moda están las bocinas portátiles con sonidos
estridentes a toda hora, sometiendo a nuestros oídos a un intenso maltrato.
Con el auge de las modernas tecnologías, por más que se
diga, por muchas recomendaciones especializadas que se hagan, respecto a lo
agresivo que es el ruido, el fenómeno va en ascenso.
De nada vale reiterar que los sonidos fuertes pueden
causar alteraciones auditivas y cardiovasculares, además de estrés e
irritabilidad.
Vivir rodeados de ruidos y sonidos estridentes es algo
que puede, a largo plazo, llegar a perjudicar nuestra salud. Solo que no
existen medidas eficaces para sancionar a los inconscientes que tanto daño
causan.
Aunque la ley que en Cuba sanciona esas transgresiones
existe, es necesario que se aplique como es debido, siempre que la situación lo
requiera.
La música, debe constituir alimento para el alma y no podemos
admitir que unos pocos la conviertan en instrumento letal.