Cuando
Yosmany Cruz marcó su piel, por vez primera con un tatuaje, lo hizo para llevar
siempre consigo el nombre de su amor más grande, el de su madre, fallecida
cuando aún era un niño.
Lo
que nunca pensó fue, que en pleno siglo 21, cuando el grabado sobre la piel es
considerado Arte, esté obligado a sentirse discriminado.
A
este muchacho de apenas 27 años, le llama la atención que en nuestro país,
donde la inclusión social es una prioridad, por el sentido humanista que la
distingue, le priven del derecho al trabajo.
La
frustración lo atrapó por unos segundo y es de entender, porque qué joven que
sea rechazado de esa manera, por algo tan simple, no siente desmoronarse todos
sus buenos propósitos e ilusiones.
No
es justo que quienes sienten el
deber de aportar en beneficio social, sean estigmatizados, en estos
tiempos, en los que algunos prefieren hacer dinero fácil, lucrando a costa del
sacrificio de otros.
Es
inconcebible que existan empleadores que no le brinden la oportunidad de una
entrevista de trabajo justa, a aquellos que por libre y espontánea
voluntad sientan el deseo de lucir un
tatuaje.
Puede
que esas marcas no dignifiquen a las personas, pero hay que entender que
tampoco las relega a un plano inferior.
Los
más reacios a esta expresión de arte, -al menos en Pinar del Río- son las
administraciones de entidades como CIMEX y TRD, cuyos trabajadores son
considerados civiles de las FAR.
Y aunque este detalle se inscriba -aún- en el espíritu de determinadas Leyes, vale
destacar que a veces lo legal se aleja de lo justo y razonable.
¿Quién
dijo que un tatuaje define aptitud, capacidad o valores morales?
Solo mentes arcaicas pueden pensar de manera tan superficial.
Son
innumerables las personas honestas, que día a día, en múltiples esferas,
aportan en beneficio de la sociedad y muestran a la vista de todos y con mucha
dignidad, sus tatuajes.
Hoy
nos es urgente recapacitar de forma sensata, que el futuro está en manos de los
jóvenes y un buen número de ellos llevan marcas en su piel en las que no ven
rasgos de indecencia, ni de inmoralidad.
Ellos,
como buenos hijos de su tiempo, lo asumen como una muestra de belleza y arte en
sus cuerpos.