El ser humano, por momentos asume conductas irracionales,
pues conociendo las consecuencias de un mal proceder, desafía al destino.
Lo afirmamos porque somos testigos del despilfarro de
agua en nuestra ciudad, ese recurso indispensable para la vida, que tanto imploramos cuando por roturas o
mantenimiento de las conductoras, dejamos de recibirlo.
A muchos puede resultarle este, un tema manido, pero nos es
preciso insistir porque, de cierta manera, tanto derroche, nos afecta a todos.
En ocasiones nos indignamos sobremanera cuando se
interrumpe el abasto, sin embargo nos cruzamos de brazos cuando vemos al vecino
dejar rebosar los tanques por no tener flotantes o, somos cómplices del salidero
que daña la calle, por el simple hecho de saber que es consecuencia de un mal
procedimiento para sacar la acometida.
Hechos como estos no son aislados, y lo sabemos; de
cierta manera forman parte de nuestra cotidianidad, pero conforme a la
naturaleza del hombre, nos sensibilizamos demasiado con asuntos que a la postre
son la esencia de nuestra más severas críticas.
Si no asumimos una conducta responsable, en corto tiempo
estaremos arrepintiéndonos de nuestra pasividad y tolerancia, pues no tendremos
el agua indispensable, ni vías seguras para transitar.
¿Cuál es la actitud?, pues la que creamos conveniente
según el caso; pudiéramos para empezar, llamar la atención, advertir y si no
obtenemos resultado, entonces denunciar.
Somos del criterio que ante el despilfarro de agua en
nuestra ciudad, existe indolencia por parte de las autoridades implicadas ya
que es un tema más que debatido en las asambleas de rendición de cuenta, hasta
hoy pendiente.
Ojo con este recurso indispensable para la vida, el que hoy
en innumerables países, para adquirirlo, es preciso pagar un precio muy alto;
incluso, expertos aseguran que usurpará la preponderancia que ahora tiene al
petróleo por lo que será altamente codiciado, al punto de convertirse en motivo
de brutales guerras.