jueves, 21 de abril de 2016

Contra la fuerza brutal de la Naturaleza no hay garantías



“Constituye un esfuerzo sobrehumano dirigir cualquier pueblo en tiempos de crisis”…De esta manera inició el líder histórico de la Revolución Cubana su intervención en la clausura del Séptimo Congreso del Partido, en la que con agudeza, advirtió sobre los peligros que enfrenta la humanidad.

Puede que aún, muchos no perciban que transcurre un período bien convulso a escala mundial. Acontecimientos diversos mantienen en vilo a buena parte de la población que habita el planeta, víctima de los horrores de la guerra y también de desastres naturales sin precedente.


La consternación abruma, más por la pérdida de vidas humanas valiosas, (como la de los médicos cubanos), que por la magnitud de la destrucción, valorada en Ecuador, después del terremoto del pasado sábado, en más de tres mil millones de dólares.


En muchos de los reportes, los testigos del devastador sismo de 7,8 grado en la escala de Richter, comparan el escenario como un campo de batalla; las impactantes imágenes muestran lugares donde no quedó piedra sobre piedra.

Similar situación de devastación en Japón por movimientos telúricos que apenas dan oportunidad de reaccionar para preservar lo más valioso para el ser humano racional, - la vida -, por la imposibilidad de recobrarla.


El panorama se muestra dantesco y se me antoja pensar que, tanto que nos la cuestionamos, es hoy nuestra realidad, esa que vive en esta isla el ciudadano común, la más serena, la más segura.  De nada vale una excelsa economía, una casa confortable, ni sobrados bienes materiales. Contra la fuerza brutal de la Naturaleza no hay garantías.


A nosotros, nada de lo que ocurre a escala mundial nos es ajeno, sabemos bien de las negativas consecuencias de la guerra, por ser herederos de mambises y guerrilleros que apostaron todo por la libertad.


Conocemos de cerca la desolación y las pérdidas después del vendaval, que deja campos anegados y en una situación más crítica el fondo habitacional.


Pero, por otro lado, tenemos al menos la garantía de prepararnos y poder desafiar su furia; oportunidad que no tuvieron allá en Ecuador las más de 520 víctimas mortales, entre las que lloramos a hermanos cubanos que, con el más dedicado empeño brindaban su ayuda solidaria en beneficio de la salud de los necesitados.


No es justo que sean tan convulsos los tiempos que transcurren, no es justo la pérdida de valiosas vidas. Es muy alto el precio que tenemos que pagar. La Naturaleza destruye con la misma intensidad que crea en beneficio del hombre, cuando este evade la responsabilidad de preservarla, lástima que no elige a culpables; ella no hace concesiones.




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