por Ramón Ortega
Yo no quiero mirar lo que he mirado
a travéz del cristal de la experiencia,
el mundo es un mercado en que se compra
amor, voluntad y conciencia.
la verdadera amistad es ilusión,
ella cambia, se aleja y desaparece,
con los giros que da la situación.
Amigos complacientes sólo tienen
los que disfutan de ventura y calma,
pero aquellos que abate el infortunio,
sólo llevan tristezas en el alma.
En éste laberinto de la vida,
donde tanto domina la maldad,
todo tiene su precio estipulado,
amores, parentesco, y amistad.
El que nada atesora, nada vale,
en toda reunión pasa por necio;
y por nobles que sus hechos sean,
lo que alcanza es la burla y el desprecio.
Lo que brille nomás tiene cabida,
aunque brille por oro lo que es cobre,
lo que no perdonamos en la vida
es el cruel delito de haber nacido pobre.
La estupidez, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su puesto señalado,
las llagas del defecto no se miran
si las cubre un diamante bien tallado.
La sociedad que adora su deshonra,
persigue con saña al criminal,
más, si el puñal es de oro,
enmudece el juez...y besa el puñal.
Nada hermano es perfecto, nada afable,
todo está con lo impuro entremezclado,
el mismo corazón con ser tan noble,
cuántas veces se encuentra enmascarado.
Que existe la virtud... yo no lo niego
pero siempre en conjunto defectuoso,
hay rasgos de virtud en el malvado
y hay rasgos de maldad en el virtuoso.
Cuándo veo a mi paso tanta infamia
y que mancha mi planta tanto lodo,
ganas me dan de maldecir la vida,
ganas me dan de maldecirlo todo.
Porque ceñido a la verdad estoy,
me dieron a libar hiel y veneno,
hiel y veneno en recompensa doy.
Y si tengo la palabra tosca,
en estas lineas oscuras y sin nombres
doblando las rodillas en el polvo,
pido perdón a Dios, pero no al hombre.
Ramón Ortega fue un poeta originario de Honduras, nacido en la ciudad de Comayagua en el año 1885 y fallecido en Tegucigalpa en 1932. Se considera uno de los más importantes exponentes de la poesía moderna de su tierra. Se conoce que pasó un tiempo en el extranjero, durante el cual se formó académicamente; cuando regresó a su país, comenzó a trabajar para el gobierno. Como escritor recibió críticas opuestas: por un lado fue acusado de simplificar el lenguaje y eliminar el brillo de la lírica que había predominado hasta su surgimiento; en el extremo contrario se encuentran quienes valoran su obra y la ubican en lo más alto del arte hondureño de su época.
Cabe mencionar que no fue un autor muy prolífico, dado que desde muy joven debió enfrentar una serie de trastornos psíquicos que le arrebataron su creatividad y la paz necesaria para sentarse a escribir. Esto se compensa, según sus admiradores, con la calidad de sus escritos y no deja a sus lectores con una sensación de vacío. De sus obras más conocidas se pueden mencionar "El amor errante" , "Flores de Peregrinación" "Verdades amargas".